Adelaida

Adelaida no había nacido en la familia, pero llevaba tantos años viviendo con nosotros que se había convertido en una tía más.

Yo tuve la suerte de ser su “rey”, la persona a quien ella más quiso en el mundo, por delante incluso de su hermano, su único familiar vivo.

Adelaida murió hace unos años.

Hace unos días estuve enseñándole a Natalia fotos de mi infancia. Gracias a mi madre las tengo desde que cumplí cinco días. (¡Gracias, mamá!) En una de esas fotos aparecemos mi madre, Adelaida y yo. Estamos en el Parque de Maria Luisa, en la plaza de las palomas. Adelaida tiene como media docena de palomas comiendo de sus manos y yo estoy completamente asustado. Adelaida está radiante.

En el Parque de Maria Luisa

Con Adelaida y mi madre en el Parque de Maria Luisa

—    ¿Cómo se llama? — preguntó Natalia.

—    Adelaida, la tía Adelaida — contesté.

—    ¡Adelaida! — exclamó.

Y sentí que ella nos había oído, allí donde quiera que esté, y que se había reído a carcajadas sin ningún tipo de pudor, como solo ella sabía hacer.

Mi tía Adelaida.

5 pensamientos en “Adelaida

    • Totalmente cierto, Johnson. Casualmente, hoy he leído una cita de Isabel Allende relacionada con tu comentario:

      «La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.»

      Me gusta creer que tiene razón.

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