El viento hizo una parada en la orilla del río, agitó las ramas de los castaños y musicó con sus hojas.
Los seis pescadores se volvieron para mirar.
Uno oyó la música, los demás solo ruido.
El viento hizo una parada en la orilla del río, agitó las ramas de los castaños y musicó con sus hojas.
Los seis pescadores se volvieron para mirar.
Uno oyó la música, los demás solo ruido.
Vivir en presente,
el presente.
Descubrir algo verdadero,
genuino,
auténtico,
muy dentro.
Sentir como crece,
poco a poco,
hasta que se hace tan grande que necesita salir fuera.
Y entonces
escribir.
Ayer fuimos los tres dando un paseo a la papelería Maspapeles de la calle Zaragoza. Quería comprar un cuaderno para continuar escribiendo mi particular “antología de relatos breves”. Me gusta ir allí de vez en cuando.
Elegí un cuaderno más o menos parecido al que me regaló mi madre hace unos meses. El precio del cuaderno eran cinco euros noventa.
Me atendió María, la dueña. Hablamos de literatura. Me dijo que quería comprar mi cuento, que tiene muchos sobrinos a quienes regalarlo. También me contó anécdotas de dos escritores que han pasado por su tienda: Eloy Moreno y Jesús Carrasco. Me gusta hablar con ella.
Cuando llegó el momento de pagar me dijo que eran cinco euros.
—María, creo que son cinco euros noventa— le dije.
—Sí, lo sé— replicó—pero eres escribidor. Es mi pequeña contribución.
Salí sonriendo de la papelería. Era agradable sentirse escribidor.
Un hombre
una mujer.
Dos miradas
furtivas.
Un instante.
Deseo,
sin hijos
sin hipoteca
sin formalismos.
Un instante.
Deseo,
sin pasado
sin futuro
solo presente.
Un instante.
Deseo,
sin risas
sin lagrimas
sin intimidad
sin dolor
o solo un poco.
Un instante.
Amor.