Good luck

Nelson Goodluck nació en Kano, una ciudad de Nigeria.

Con treinta años inicio una odisea de cuatro mil ciento ochenta y tres kilómetros que le llevó a Sevilla.

La travesía por el Sahara y el cruce del Estrecho no le borraron la sonrisa.

 

Nelson Goodluck ha cumplido hoy cuarenta años. De lunes a sábado sobrevive trocando sonrisas por un euro en las paradas de un semáforo. 

El río de la vida

Los dominios de la hermana María eran estrechos. Apenas un cubículo de cuatro metros cuadrados, apenas un mostrador y una silla. También había un interruptor con el que abría la puerta del colegio.

Cada mañana, de lunes a viernes, delante de su ventana pasaban cientos de niños. Ella les sonreía. Tenía una sonrisa especial para cada uno de ellos, una sonrisa que consolaba, una sonrisa de sor María.

El día que se marchó sólo dejó fotos, recuerdos de todos los cursos desde 1950, instantáneas del río de la vida.

Adán

Antonio me cayó bien desde el principio. Un tipo simpático, sin aristas, una de esas personas con las que resulta agradable estar y compartir unos tragos.

 

Bebía. Perdió el trabajo en el banco. Perdió a su mujer y a sus dos hijas.

Bebía. La gente del barrio habló. Dijeron que fue culpa de la suegra, una metomentodo. Que él nunca le gustó.

Bebía. Regresó a su pueblo, uno de la Sierra de Cádiz. Durante un tiempo malvivió en la casa de sus padres. Después la vendió por lo primero que le ofrecieron. No fue suficiente, nunca es suficiente.

Antonio murió hace unos años. Murió. Un vagabundo menos.

Dejó mujer y dos hijas. A veces se despertaba a media noche sin saber donde estaba. A veces las recordaba. Y brindaba por el recuerdo del paraíso perdido.

Biografías VIII

Nació en Jina,

el pueblo más alto de Rumanía.

Creció al ritmo del paso de las estaciones

en un lugar verde.

 

Buscaba una vida mejor

y cruzó muchas fronteras.

Conoció a la mujer y se estableció

al sur del sur.

 

Han pasado quince años.

Hay un niño.

No ha vuelto a cruzar fronteras.

A veces echa de menos el verde.

Biografías VII

Había nacido para ser cura.

Le gustaba la estética

de los ritos,

ayudar a la gente,

y Dios,

sobre todo le gustaba Dios.

 

Había nacido para ser cura.

A los diecisiete años

se enamoró.

Dejó el seminario.

Aprendió a tocar la guitarra

para ganarse la vida.

Llegó a tocar con los buenos,

al menos con tres de ellos.

 

Había nacido para ser cura.

A los veintiún años,

dos semanas antes de su boda,

Dios se llevó a su novia.

 

Fue solo a la luna de miel

y lloró la vida

que no viviría.

Fue a México.

Juró no volver a tocar

la guitarra y

se reinventó de camarero.

Algo temporal,

se dijo.

 

Han pasado cincuenta años.

Sigue en México,

no ha vuelto a musicar,

sigue siendo camarero.