Y cuando se despertó el dinosaurio seguía allí.
Augusto Monterroso
Esta mañana, a las 6 y media, Natalia se ha desvelado y me ha pedido que le cuente un cuento.
Le he dicho que no, que no se podía hacer ruido porque todavía era de noche y había que dormir.
Haciendo una demostración de sus innatas dotes de negociación me ha dicho:
—Papá, entonces que sea corto.
He accedido y, acordándome del cuento de Monterroso, le he contado lo que sigue:
“Érase una vez una niña que se durmió abrazada a su muñeca. Pasaron juntas toda la noche y soñaron con hadas, piratas, dragones y alguna que otra bruja. Cuando la niña se despertó, la muñeca seguía allí. Se sonrieron y pasaron el resto del día reviviendo los cuentos que habían compartido.”
Gracias, Augusto, ha funcionado.